25.9.11

Hijos de la mugre.



Atrincheraron su posición y escupieron al suelo: el primer día del fin estaba cerca.
El pelotón de fusilamiento miró al cielo y exclamó: -¡la eternidad es nuestra, compañeros!

Pocos la consiguieron, mas el viento les daba en la cara como los golpes de bala y sus corazones estallaban en mil pedazos en dirección al Infierno. Sus días se tornaban grises y en aquellos tiempos corrían aires de muerte y injusticia.
Las cartas de llanto gritaban a las esposas y las madres sin perdón, y los niños de la guerra morían demonios en aquella tierra de nadie. Tan sólo lágrimas de sangre marcaban el paso del camino y mostraban la historia de una guerra que jamás debió empezar.


P.D.: Sé que esto no ha terminado. Y si hubiera perdón para todos... quizá algo parecido a un dios acuda a salvarlos.

Que la muerte no haya de ser nuestro obstáculo.

Porque yo te seguiré amando como el primer día de nuestras vidas juntos; y después del Armagedón, mi corazón seguirá latente sólo por ti, sobre el tuyo, retumbando como el océano dentro de nuestros pechos, donde el fin del mundo queda demasiado lejos para notarlo y demasiado cerca para poder ahuyentarlo.

Y recordaré nuestra cama, nuestros huesos y las caricias que me regalabas cada amanecer sin pedir nada a cambio, tu piel de cisne y tus labios de sangre. Recordaré nuestras vidas y lo que continúa de ellas. Recordaré el calor de tu alma y enjuagaré nuestros corazones, los pondré a secar y los contemplaré mientras renacen. Entonces cuando se hayan fusionado, te diré al oído que somos uno.


Y tú, empapado de muerte y tan tierno me mirarás y yo te miraré; quizá disimule pero no, hoy no tengo ganas y quiero amarte como nunca, quiero caer sobre tu cuerpo y saborear tus poros, quiero pintar sobre tu piel la mayor obra maestra jamás creada en este maldita vida y romper el tiempo que osa separar nuestras lenguas, que no podrá desenredarnos ya ni en sueños.
Y sin más, el Sol y la Luna bailarán con la muerte y le confesarán a la vida que cada noche -todas y cada una de ellas-, hacían el amor por entre las nubes del cielo.

Mañana te miraré fijamente a los ojos y susurraré los versos de nuestra historia.

Gracias por ser.

Aguas del adiós.

Dicen que cuando alguien se va de este mundo, lo abandona junto a una puesta de Sol, por amor al mar. Y yo que debía irme tan pronto rechacé al cielo -o lo que aquello fuera- y me senté en la orilla del mar a contemplar el vaivén de sus espumosas olas.
Yo quería volar, pero no como todo el mundo, así que guardé mis alas en el bolsillo y suspiré; a la vez, miré fijamente los primeros destellos de la Luna. Se me encogió el alma. Sonreí.





Que para cuando yo abandone el todo me convertiré en la nada, en toda su simplicidad y completa ausencia.

Quizá.

15.9.11

Amaneceres negros.

Dicen que las palomas son las aves mensajeras de la vida y que los cuervos son los mensajeros de la muerte.
Dicen que la pureza se disuelve en el llanto.
Dicen que el destierro del pasado amortigua los obstáculos del futuro procurando un presente placentero.
Dicen que el viento sopla en la dirección de cada corazón latente.

Dicen que es mejor ser náufrago que un marinero errante que solamente vive por las sirenas.
Dicen que el fuego purifica el agua.
Dicen que no es lo mismo subir tres escalones que seis.
Dicen que el ser humano es capaz de autodestruirse sin explosivo ninguno.

Todo esto basta mirarlo con la ignorancia de pobres y descubrir el mensaje oculto:

NOS HEMOS ACORRALADO A NOSOTROS MISMOS.
Con nuestra propia coraza.







Todos éramos hermanos, al fin y al cabo. Pero no importaba.
No al menos durante esos años de servicio a la muerte.
Fue por ese entonces, que al alzar los brazos al aire las palomas
revoloteaban empapadas de angustia por esos corazones
cargados de metralla.