4.7.12

Cuando nuestro niño interior muere.

Ese instante de peregrinidad en el que nuestro cuerpo se halla entre el bien y el mal. Nada que no sea neutral existe. Las nubes dibujan nuestro rostro y el aire huele a corazón.
Ese pequeño detalle entre la niebla a lo lejos nos indica que es el momento de arrancarnos las primeras alas y dar paso a las segundas.
Ese diminuto instante en el que conseguimos convertir la mierda en asfalto y caminar sobre él, rumbo a nosotros mismos.
Ese instante. Ese insignificante e invariable instante en el que nuestro niño interior muere.

La mayoría de las veces sólo llegamos al común estado de shock y nuestras alas se pudren hacia nuestra consciencia, sin freno, sin lujuria por la vida y lo prohibido se aleja de nuestros sentidos.
Morimos con cada aliento sin vida y sin sexo. Nuestro cerebro se torna gris y nuestra coraza se transforma en un cristal artificial que se nos rompe con las miradas de muerte de los vivos muertos por su propia muerte mental. Casi como el caos dentro del caos sin remedio nos hallamos a nosotros mismos sin melodía ni sentido y miramos sin color.

Más allá de la sociedad y los placeres carnales el mundo grita desnudo hacia el fuego.
Y ese niño vuela y nos llama, quiere volar con nosotros y sus flechas se clavan en nuestras pupilas y suspende nuestras conexiones. Cuando llegue el momento de responder a su llamada nosotros nos habremos marchado a ningún sitio, donde el asfalto se convierte en mierda, nuestras segundas alas se despedazan a sí mismas y nuestro corazón huele a nada.

Quizá nuestro niño interior haya provocado su muerte por nuestro mal más que por nuestro bien y debimos amarlo y conservarlo a nuestro lado y para siempre.
Quizá la verdad sea que no existe lo neutral.
Quizá el bien y el mal son dos polos no opuestos divididos por un Dios hipócrita e infernal.

22.6.12



Burlé a la Muerte un par de veces y, cuando parecía que ésta iba a acabar conmigo, se echó atrás. Le llevaba seiscientos sesenta y seis pasos por delante; y tarde o temprano terminaríamos cruzándonos las miradas. La esperé mal sentada en el sofá observando mi mano izquierda sujetar la copa vacía que más tarde llenaría con su frustración.



1.6.12

Hermano soldado.

Te escribo en silencio estas palabras casi sin pensar, evitando así explotar y morir de amor. De tu amor tan bombardeante y tan silencioso a su vez.

Tú te desvives por la vida y también por la muerte. Te desvives por los valientes y reduces a cenizas a los cobardes con tan sólo mirarlos.
Le puedes al mundo.

Francamente no sé si nos conocemos, o al menos si algún día llegaremos a conocernos casi del todo.
A mi me puede tu ira. Me pueden tus palabras y tu mirada. Me puede el miedo. Tu astucia.



Y no sé en qué estarás pensando, no sé si llamarlo rencor. Ni siquiera sé si llamarlo de alguna manera. Pero yo no puedo guardarte rencor, pues sólo amor es la palabra que cabe en mí y de mi corazón brota hacia tus pupilas dibujando palabras en el aire y tu cuerpo rodea mi consciencia sin un fin establecido.
Y mientras los años pasan y sigan pasando, seguiré sin comprender el interior de tu ser que escupe un todo tan estridente que me daña hasta el alma y sin saber por qué escapa hacia ningún sitio y me atemoriza. Me atemoriza el hecho de pensar que algún día deba seguir sin ti, o tu sin mi. Que la vida nos brinde un baile y la muerte nos arrastre por los brazos sin posibilidad de evitar nada.

Mientras todo sucede, tú eres mi Sol guía e incluso en las más terribles tormentas ahuyentas mi llanto con tu cantar y me desvelas sin querer y, a la vez, me enterneces el alma.
Me siento (me haces sentir) pequeña a tu lado, hermano.

Siento que la guerra no cesará y que seguiremos juntos, por muy grande que la distancia se nos haga frente al paso del tiempo irreversible.

Hermano soldado, recuérdame cuando el Infierno de lo hecho por suficiente, estaré esperando aquí, sólo para ti.

5.5.12

Nosotros somos nada y el Mundo es todo.

Estoy empezando a encontrarme a mi misma en una sociedad de vástagos vacíos sin fronteras hacia una pubertad permanente. Ellos y ellas relinchan libres, sosegando falsamente sus corazones y activando su banda sonora más personal y a la vez más igual a la de cada uno de ellos.
El humo de sus cigarros que de aquellas bocas insanas escapa parcialmente les invade y ellos se mantienen a un nivel medio de idiotez durante el tiempo que les dura la ceniza encima de los zapatos de piel de muerte.

Me he mantenido firme durante los últimos seis minutos y sigo aquí, empapada de luz artificial y hogueras en la mente en algún que otro momento de mis días en algo parecido al planeta Tierra.
Ellos desaparecen si bajan la guardia, mas no permanecen constantes en lo que ellos han bautizado Mundo, sin caer en la cuenta de que ya se había bautizado antes como lo que debería ser, sin nombre, sin una identidad que lo defina claramente pero sí lo magnifique; que lo recalque y lo distribuya no uniformemente y las lenguas en él no existan, que gire y gire sin más, sin prisa, con pausas si gusta y con la energía suficiente para irse abriendo camino en sí mismo.
Él no puede acabar, extinguirse, esfumarse. Él no puede marcharse sin vuelta; ni siquiera marcharse.
Nosotros debemos morir por su bien y reformarnos después en algo más o menos parecido a lo que fuimos. Debemos permanecer al margen del Mundo y explorarnos a nosotros mismos, no a él y explotar sus entrañas y sus zonas extrañas creadas por el hombre, aquel que quiere matarse a sí mismo segundo tras segundo que va pasando a lo largo de sus huesos. Jamás aceptaremos al hombre que vive en nuestro interior y no permitimos ser visto. Somos sintéticos.

24.4.12

A los/las que me leen.

He de daros las gracias a vosotros y vosotras por leerme siempre que sea posible (especialmente a mi madre, mi abuela y a Mari Cruz, por admirar tanto mi escritura).

Siento no publicar tantas entradas como me gustaría, pero no siempre tengo tiempo; algunas temporadas escribo más y otras menos.
También tengo que anunciar el proyecto de relato que llevo escribiendo desde hace unos días y que con el tiempo terminaré. Solamente revelaré que dicho relato se titula Paloma (como podéis ver en el seleccionador de páginas de mi blog).

Y bueno, ¿qué más decir? No tengo más que daros las gracias por leer lo que pienso y lo que creo que debe ser dicho/escrito.

De veras, gracias.

29.3.12

Cianuro.

He traspasado la línea que separa lo normal y lo demasiadamente excesivo.

Ya no hay cadenas que aten mis ideales y el amor enfermizo hacia ti, mi Cuervo. Ya no puedo seguir tratando de evitar al Diablo que hay en tu mirada de fuego. Ya no puedo -ni quiero- escapar de tus alas abrazándome cálidas en los días de invierno. Ya no puedo evitar el sabor de tus labios sangrientos ofreciéndome el manjar de mi vida una vez por cada segundo que pasa. Ya no puedo evitar el roce de tu piel con la mía, y que ambas echen a arder como si no hubiera agua en los mares que invadían las playas que disfrutábamos todas las tardes de brisa leve y aquel olor a noche acercándose a nuestras pupilas.
Has forjado tu nombre con mi corazón y ya no hay vuelta atrás.

A veces me pregunto si es normal quererte tanto, tantísimo, hasta el punto en que el fuego que arde en mi ya no me quema y necesito más.
Incluso lejos de ti ardo, como tus ojos malditos y tu piel prendida de cianuro.

21.3.12

He visto espejos en mi mente en los cuales se refleja lo oculto en tus pupilas, mi Cuervo. Pellízcame si existes, que me duela el amor que cultivo aquí en mis arterias.
Retúmbame cerca del corazón. Abrázame la sangre y la consciencia.

14.3.12

Vísceras de la sociedad.

He volteado los edificios con mi mirada y ahora me siento pequeña, frente a ellos, frente a esa escoria que rodea mi piel a unos metros de distancia.
No debería permitirlo ni siquiera el más cabrón. Pero le gusta enorgullecerse. Él es así. Y ellos también.

Ellos, que son el aborto jamás realizado. Ellos que me miran y sonríen. "Tomad, tomad y comed. Alimentaos de vuestra propia mierda", decían. Nos pedían que confiáramos en ellos. Ellos, que me sacuden los huesos y yo mantengo firme el cerebro.
Jamás las odiaré tanto.
Y jamás olvidaré esas sonrisas de oreja a oreja que quisiera recortar con mis propias uñas.
Malditos.
La guerra no ha hecho más que empezar.

12.3.12

Retablos de muerte.



Cada madrugada a las doce horas y séis minutos contemplaba sus ojos malditos.
Mis insaciables ganas de él me encarcelaban en su cuerpo sin ni siquiera tocarlo y lo sentía como nunca antes lo había sentido.

El sabor de sus labios hacían que mi aliento se convirtiera en pólvora; me ardía la boca y él olía a sangre mientras sus manos recorrían mi cuerpo al ritmo de los latidos de mi corazón.

Los dos éramos como uña y carne, y él esculpía mis contornos como si se trataran de retablos de madera.
Me tallaba hasta el alma. Y yo ardía. Y él mostraba el hielo en sus ojos deshaciéndose en llamas.
Y su efímera tempestad regresaba como el ritmo de los latidos de su corazón y el vaivén de sus pupilas se difundía en mí.


Traspasemos los límites de lo prohibido, mi Cuervo. Que tus alas despeguen justo en el momento en que yo vaya a aterrizar, y me abracen fuerte, muy fuerte. Tanto, que pueda notar la sangre fluyendo por las venas de tu corazón endiablado.

5.3.12

Inmortal.

Regreso envolviéndome en el horizonte con cada uno de los soplidos que el viento me canta y desaparezco cada vez que éste se va.
Me reviven los días que van sucediendo más o menos a la misma velocidad mental y retrocedo hasta el ayer planteándole mi dedo corazón justo delante de su mirada petrificada. No me asusta el hecho de mirar atrás y gritar sacando los dientes cual bestia frente su presa endeble y medio muerta.
Mis pasos ralentizan mi miedo y absorbo el agua de la vida a pasos grotescos; fluyo como las gotas del rocío de las mejillas (tus mejillas, mi Cuervo) que me hablan rojo y me quitan la gravedad del alma.



Mi Cuervo de Octubre, que me besas el corazón roto y cicatrizas mis poros. Tú, que me empapas de calor y me miras con fuego; tus llamas queman en mi, arden en mis adentros y me condenan al placer de tus vasos sanguíneos arrastrándome al vacío de tus ojos.
Mi Cuervo... pesa sobre mí, que yo seré tu placer hasta morir del amor que por mis arterias sube y baja como tu lengua recorre mi vientre.
Cuervo de muerte, quédate aquí, muy cerquita mía, rozándome con la humedad de tus labios eternos.

Y es que mi eternidad eres tú.

4.3.12

Gracias, pasado.

Cada vez me doy más cuenta de lo mucho que han valido la pena los golpes que he ido recibiendo a lo largo de mis dieciocho años de vida.
Bien es cierto que todo sucede por una razón y ha sido digno de sentido.
Ha valido la pena ser recibidora de putadas múltiples y aprender de las cosas de la vida y de la muerte. Ha valido la pena recibir demasiada mierda diaria de tantos cabrones e hijos de puta.
Doy gracias a mis días negros por tornarse grises y ser hoy en día transparentes. Ansiaba conocer a esa cosa llamada felicidad.
Ahora sí, me siento viva. Y ningún jodido humano en este jodido planeta va a poder evitarlo.

3.3.12

Déjà vu.

Me atreví a mirar a esos ojos de Infierno.
Lo curioso es que me sentía como en casa. Como si ya hubiera vivido esa mirada. Como si ya hubiera tenido delante de mí al mismísimo Diablo.
Sin embargo, cuanto más le abrazaba, cuanto más le besaba, cuanto más le amaba, más ganas tenía de él y de sus labios muertos. Y nunca, nunca hasta ese instante, conseguí retomar el camino que me pertenecía, pues ese cuervo me devolvió a lo que yo ansiaba llamar vida.

Se llenaron de felicidad mis ojos y la lujuria podía conmigo más rechacé evitarla. Era como poseer un cuerpo cuya sangre yace congelada esperando su turno de agresión.

Con el paso del tiempo me iba dando cuenta de que nuestro mundo, nuestras costumbres y nuestra vida, así como lo que nuestros corazones sentían, permanecía intacto; y sí todo eso había de cambiar de algún modo, debía cambiar a mejor. ¿Y qué mejor que su mirada  y sus labios apocalípticos?
¿Qué mejor que su piel candente y los minuciosos trazos que dibujan su cuerpo? ¿Qué mejor que vivir entre sus alas y morir entre su alma?
¿Qué mejor que retroceder una vez y otra y por mucho que siga retrocediendo seguir contemplando la perfección de su ser?

Demasiado insensato sería no dejarme llevar por sus propósitos.

24.2.12

El Mundo no es nuestro, nosotros somos del Mundo.


No nos hace falta disimular el miedo.
No nos hace falta insinuar nada.
No renunciamos a nada porque somos capaces de todo.
No lloramos porque no íbamos a ser los débiles.
Nos esforzamos por impresionar con actos que ni siquiera nosotros creemos nuestros.
Sonreímos cada vez que alguien lo hace por el simple hecho de forjar una relación social.
Nos sentamos en la mesa y decimos el yes we can lo más alto que nuestra voz logre alcanzar.
Fingimos que el cielo está en todas partes.
Lo decimos todo.
Lo escuchamos todo.
Acto seguido, nos miramos en el espejo.
Y no decimos nada.
No escuchamos nada.
No entendemos nada.


No necesitamos balas de plata para matar al lobo que durante el día finge ser hombre.

Necesitamos comenzar a barrer mierda antes de que ésta nos entierre.

16.2.12

Pasamos media vida tratando de ser héroes

y no caemos en la maldita cuenta de que el héroe que buscamos está en nuestro interior.



No aprendimos a escuchar lo que nuestras manos quieren hacer.

10.2.12

Knock, knock, knocking on time's door.

Tiempo, quisiera pedirte perdón por hacerte ir de culo tantas tantísimas, demasiadas veces a lo largo de mi vida. Por querer que corras a mi gusto. Por desear que, a veces, pases lentamente y, en cambio, otras veces te vayas tan deprisa como has venido.

De corazón, perdóname. Y perdóname también si te digo que lo que hago contigo no tiene remedio. Que lo que digo no tiene sentido. Que es mi mente la que mueve imaginariamente las agujas del reloj y que tú siempre te has movido a la misma velocidad.

Perdóname si a veces hago como que no es así.


Perdóname por ser tan así, ya sabes. También sabes que me como la cabeza por miles de cosas.
Pero soy así. ¿Y cómo iba a ser, si no?

En cierta parte me da igual. En cierta parte no. Y es que tú eres quien mueve las cosas. Tú eres quien almacena recuerdos, quien proyecta instantes y quien anuncia futuros actos.

Cómo desearía comprenderte.

6.2.12

Los leones no son de Siberia. Siberia no es de los leones.

Lentamente me despido del poco gélido invierno que me queda por pasar.
Yo vivo en un pueblecillo de la provincia de Lérida llamado Balaguer y aquí el frío y la humedad te congela hasta los huesos. Estoy deseando que llegue el verano (sobre finales de junio o principios de julio) para mudarme a Antequera, la llamada Ciudad del Arte, en Málaga.
Ya puestos a escribir, he de decir que me mudo porque mi pareja, Jose (al que en los textos del blog llamo Crow) es de Antequera, y esa es una ciudad que me enamora y para nada dudé desde el primer momento en irme a vivir ahí.



Hay que ver lo que hace conocer a alguien por Facebook, ¿eh? Y no me arrepentiré jamás.
Hay quien piensa que irse de casa a los 18 y además lejos, y además por amor, es una maldita locura. Pero, ¿sabéis qué? Por amor me arriesgaría centenares, miles, millones de veces, joder.
Quiero dejar el pasado a un lado y rehacer mi vida e irme con Jose.
Me siento una novata en esto de independizarse, pero si nunca es tarde para hacer según que cosas, nunca es pronto tampoco. Y qué narices, si sólo se vive una vez, pues a vivirla bien.
Sé que voy a poder con esto (y si además, compartimos los dos la misma estética, gustos y pensamiento, pues mejor todavía), nada es fácil, pero sé que puedo.

Supongo que estaréis pensando en qué hago escribiendo esto aquí; que distorsiona la estructura del blog. Pues a mi me da igual. Me apetece escribir sobre esto porque éste es mi blog y, además, me siento feliz de encontrarme en una situación tan buena. Siempre he querido dejar el piso en el que vivo e independizarme en una casita.
La verdad es que Andalucía me ENCANTA. Siempre me ha encantado. Me gusta por su Sol y el calor que desprende. Me gusta su gente, su gastronomía y el dialecto andaluz. Me gusta Antequera y su belleza. Me gusta la grandeza de Málaga, pasar los sábados allí, comer en ella. Me gusta disfrutar del aire que desprende aquello y olvidarme del frío. Como único inconveniente pongo al sofocante calor que asciende a más de 40 grados; sin embargo, sigo enamorándome de Andalucía. Y sé que mi vida está allí. Que tengo que irme. Sé que echaré de menos a mi familia.
Pero la vida sigue y repito, por amor yo me iba hasta la otra punta de de la Tierra.
Porque sí.
Porque estoy deseando cojer otra vez el AVE.
Porque me siento como un león en Siberia. Y Siberia no es para mí.

Andalucía, espérame cálida, que pronto yo vendré a acurrucarme en ti.

5.2.12

Vocablo de mis entrañas, que me aturdes el alma.

Duerme, pequeñita. Sueña que te fundes en agua y no pienses en nada. Sumérgete en el azul de tus sueños.
Cierra tus ojos verde oliva y respírame hacia el alma, que yo estaré observando como callas.
Yo cantaré por ti.



Mi dulce niña gris, que respiras rojo.

2.2.12

Nieve.


Lléname de cálido frío.

Lléname de frío cálido.

Lléname del abismo mío.

Llévame al abismo pálido.


Efímera nieve, que oscilas en mi.

31.1.12

A de aire.

Mantengo la calma mirando hacia el mar. El horizonte no me asusta.
Cojo aire.
Lo dejo ir.
Lo atrapo con las manos.
Se va.
Me deja aquí, en medio de la arena.

Aire de mis entrañas... siempre tan resbaladizo.

29.1.12

Plumas cayendo como agua de lluvia.

Los cuervos me atormentaban por la noche. Durante el día observaban fríos mis ojos y mi corazón. Y ya no sabía si querían mirarlo o arrancármelo a picotazos.
Malditos cuervos... criaturas de la mugre y mi carne música para sus paladares. Sólo percibían el fin.

Ardió el cielo y se rompió en mil pedazos.
Aullaban los lobos, la carne no les bastaba y sus ojos inyectados en sangre recorrieron tierras perdidas en busca de una respuesta.
Y yo estaba ahí, frente a ellos, frente a esos ojos color miedo que se apoderaban de mis últimos ápices de valía y en mi piel se clavaba su orgullo frustrado.
Me miraban. Me miraban muerte. Me miraban mierda y abismo. Pero a la vez, sus almas me miraban vida, me miraban cielos que hablaban agua.
Deseaban que el mundo volviera a girar.

Más allá de la escasez la madre Tierra temblaba, llorándole a una Luna sorda y muda por el paso de las guerras del mundo que en su regazo quedaban marcadas.

Le pedí al Sol que todo volviera a ser como antes. Que al alba todo resplandeciera y me cegara la vista, que sus destellos amarillos y rojos y a la vez transparentes me devolvieran la energía que el propio ser humano estaba reduciendo a cenizas.

Nos quedábamos sin piel. Ardíamos como nuestros ojos y no nos dimos cuenta del daño que podían llegar a hacer una mente y dos manos.

Nos basábamos en la ignorancia y en pedir. En hacer ver que dábamos. En reprimir. En criticar. En abusar. En humillar. En reducir. En insultar. En herir.

En matarnos a nosotros mismos.

No queríamos darnos cuenta que el Diablo habitaba en nuestro interior y siempre seguía ahí, en nuestros adentros.
Como plumas cayendo como agua de lluvia. Incolora. Insípida.
Insensible.

No nos bastaba nada. Ni siquiera el miedo.






Todos éramos hermanos, al fin y al cabo. Pero no importaba.
No al menos durante esos años de servicio a la muerte.
Fue por ese entonces, que al alzar los brazos al aire las palomas
revoloteaban empapadas de angustia por esos corazones
cargados de metralla.