31.1.12

A de aire.

Mantengo la calma mirando hacia el mar. El horizonte no me asusta.
Cojo aire.
Lo dejo ir.
Lo atrapo con las manos.
Se va.
Me deja aquí, en medio de la arena.

Aire de mis entrañas... siempre tan resbaladizo.

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Todos éramos hermanos, al fin y al cabo. Pero no importaba.
No al menos durante esos años de servicio a la muerte.
Fue por ese entonces, que al alzar los brazos al aire las palomas
revoloteaban empapadas de angustia por esos corazones
cargados de metralla.