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29.3.12

Cianuro.

He traspasado la línea que separa lo normal y lo demasiadamente excesivo.

Ya no hay cadenas que aten mis ideales y el amor enfermizo hacia ti, mi Cuervo. Ya no puedo seguir tratando de evitar al Diablo que hay en tu mirada de fuego. Ya no puedo -ni quiero- escapar de tus alas abrazándome cálidas en los días de invierno. Ya no puedo evitar el sabor de tus labios sangrientos ofreciéndome el manjar de mi vida una vez por cada segundo que pasa. Ya no puedo evitar el roce de tu piel con la mía, y que ambas echen a arder como si no hubiera agua en los mares que invadían las playas que disfrutábamos todas las tardes de brisa leve y aquel olor a noche acercándose a nuestras pupilas.
Has forjado tu nombre con mi corazón y ya no hay vuelta atrás.

A veces me pregunto si es normal quererte tanto, tantísimo, hasta el punto en que el fuego que arde en mi ya no me quema y necesito más.
Incluso lejos de ti ardo, como tus ojos malditos y tu piel prendida de cianuro.

21.3.12

He visto espejos en mi mente en los cuales se refleja lo oculto en tus pupilas, mi Cuervo. Pellízcame si existes, que me duela el amor que cultivo aquí en mis arterias.
Retúmbame cerca del corazón. Abrázame la sangre y la consciencia.

12.3.12

Retablos de muerte.



Cada madrugada a las doce horas y séis minutos contemplaba sus ojos malditos.
Mis insaciables ganas de él me encarcelaban en su cuerpo sin ni siquiera tocarlo y lo sentía como nunca antes lo había sentido.

El sabor de sus labios hacían que mi aliento se convirtiera en pólvora; me ardía la boca y él olía a sangre mientras sus manos recorrían mi cuerpo al ritmo de los latidos de mi corazón.

Los dos éramos como uña y carne, y él esculpía mis contornos como si se trataran de retablos de madera.
Me tallaba hasta el alma. Y yo ardía. Y él mostraba el hielo en sus ojos deshaciéndose en llamas.
Y su efímera tempestad regresaba como el ritmo de los latidos de su corazón y el vaivén de sus pupilas se difundía en mí.


Traspasemos los límites de lo prohibido, mi Cuervo. Que tus alas despeguen justo en el momento en que yo vaya a aterrizar, y me abracen fuerte, muy fuerte. Tanto, que pueda notar la sangre fluyendo por las venas de tu corazón endiablado.

5.3.12

Inmortal.

Regreso envolviéndome en el horizonte con cada uno de los soplidos que el viento me canta y desaparezco cada vez que éste se va.
Me reviven los días que van sucediendo más o menos a la misma velocidad mental y retrocedo hasta el ayer planteándole mi dedo corazón justo delante de su mirada petrificada. No me asusta el hecho de mirar atrás y gritar sacando los dientes cual bestia frente su presa endeble y medio muerta.
Mis pasos ralentizan mi miedo y absorbo el agua de la vida a pasos grotescos; fluyo como las gotas del rocío de las mejillas (tus mejillas, mi Cuervo) que me hablan rojo y me quitan la gravedad del alma.



Mi Cuervo de Octubre, que me besas el corazón roto y cicatrizas mis poros. Tú, que me empapas de calor y me miras con fuego; tus llamas queman en mi, arden en mis adentros y me condenan al placer de tus vasos sanguíneos arrastrándome al vacío de tus ojos.
Mi Cuervo... pesa sobre mí, que yo seré tu placer hasta morir del amor que por mis arterias sube y baja como tu lengua recorre mi vientre.
Cuervo de muerte, quédate aquí, muy cerquita mía, rozándome con la humedad de tus labios eternos.

Y es que mi eternidad eres tú.

3.3.12

Déjà vu.

Me atreví a mirar a esos ojos de Infierno.
Lo curioso es que me sentía como en casa. Como si ya hubiera vivido esa mirada. Como si ya hubiera tenido delante de mí al mismísimo Diablo.
Sin embargo, cuanto más le abrazaba, cuanto más le besaba, cuanto más le amaba, más ganas tenía de él y de sus labios muertos. Y nunca, nunca hasta ese instante, conseguí retomar el camino que me pertenecía, pues ese cuervo me devolvió a lo que yo ansiaba llamar vida.

Se llenaron de felicidad mis ojos y la lujuria podía conmigo más rechacé evitarla. Era como poseer un cuerpo cuya sangre yace congelada esperando su turno de agresión.

Con el paso del tiempo me iba dando cuenta de que nuestro mundo, nuestras costumbres y nuestra vida, así como lo que nuestros corazones sentían, permanecía intacto; y sí todo eso había de cambiar de algún modo, debía cambiar a mejor. ¿Y qué mejor que su mirada  y sus labios apocalípticos?
¿Qué mejor que su piel candente y los minuciosos trazos que dibujan su cuerpo? ¿Qué mejor que vivir entre sus alas y morir entre su alma?
¿Qué mejor que retroceder una vez y otra y por mucho que siga retrocediendo seguir contemplando la perfección de su ser?

Demasiado insensato sería no dejarme llevar por sus propósitos.

6.2.12

Los leones no son de Siberia. Siberia no es de los leones.

Lentamente me despido del poco gélido invierno que me queda por pasar.
Yo vivo en un pueblecillo de la provincia de Lérida llamado Balaguer y aquí el frío y la humedad te congela hasta los huesos. Estoy deseando que llegue el verano (sobre finales de junio o principios de julio) para mudarme a Antequera, la llamada Ciudad del Arte, en Málaga.
Ya puestos a escribir, he de decir que me mudo porque mi pareja, Jose (al que en los textos del blog llamo Crow) es de Antequera, y esa es una ciudad que me enamora y para nada dudé desde el primer momento en irme a vivir ahí.



Hay que ver lo que hace conocer a alguien por Facebook, ¿eh? Y no me arrepentiré jamás.
Hay quien piensa que irse de casa a los 18 y además lejos, y además por amor, es una maldita locura. Pero, ¿sabéis qué? Por amor me arriesgaría centenares, miles, millones de veces, joder.
Quiero dejar el pasado a un lado y rehacer mi vida e irme con Jose.
Me siento una novata en esto de independizarse, pero si nunca es tarde para hacer según que cosas, nunca es pronto tampoco. Y qué narices, si sólo se vive una vez, pues a vivirla bien.
Sé que voy a poder con esto (y si además, compartimos los dos la misma estética, gustos y pensamiento, pues mejor todavía), nada es fácil, pero sé que puedo.

Supongo que estaréis pensando en qué hago escribiendo esto aquí; que distorsiona la estructura del blog. Pues a mi me da igual. Me apetece escribir sobre esto porque éste es mi blog y, además, me siento feliz de encontrarme en una situación tan buena. Siempre he querido dejar el piso en el que vivo e independizarme en una casita.
La verdad es que Andalucía me ENCANTA. Siempre me ha encantado. Me gusta por su Sol y el calor que desprende. Me gusta su gente, su gastronomía y el dialecto andaluz. Me gusta Antequera y su belleza. Me gusta la grandeza de Málaga, pasar los sábados allí, comer en ella. Me gusta disfrutar del aire que desprende aquello y olvidarme del frío. Como único inconveniente pongo al sofocante calor que asciende a más de 40 grados; sin embargo, sigo enamorándome de Andalucía. Y sé que mi vida está allí. Que tengo que irme. Sé que echaré de menos a mi familia.
Pero la vida sigue y repito, por amor yo me iba hasta la otra punta de de la Tierra.
Porque sí.
Porque estoy deseando cojer otra vez el AVE.
Porque me siento como un león en Siberia. Y Siberia no es para mí.

Andalucía, espérame cálida, que pronto yo vendré a acurrucarme en ti.






Todos éramos hermanos, al fin y al cabo. Pero no importaba.
No al menos durante esos años de servicio a la muerte.
Fue por ese entonces, que al alzar los brazos al aire las palomas
revoloteaban empapadas de angustia por esos corazones
cargados de metralla.