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4.7.12

Cuando nuestro niño interior muere.

Ese instante de peregrinidad en el que nuestro cuerpo se halla entre el bien y el mal. Nada que no sea neutral existe. Las nubes dibujan nuestro rostro y el aire huele a corazón.
Ese pequeño detalle entre la niebla a lo lejos nos indica que es el momento de arrancarnos las primeras alas y dar paso a las segundas.
Ese diminuto instante en el que conseguimos convertir la mierda en asfalto y caminar sobre él, rumbo a nosotros mismos.
Ese instante. Ese insignificante e invariable instante en el que nuestro niño interior muere.

La mayoría de las veces sólo llegamos al común estado de shock y nuestras alas se pudren hacia nuestra consciencia, sin freno, sin lujuria por la vida y lo prohibido se aleja de nuestros sentidos.
Morimos con cada aliento sin vida y sin sexo. Nuestro cerebro se torna gris y nuestra coraza se transforma en un cristal artificial que se nos rompe con las miradas de muerte de los vivos muertos por su propia muerte mental. Casi como el caos dentro del caos sin remedio nos hallamos a nosotros mismos sin melodía ni sentido y miramos sin color.

Más allá de la sociedad y los placeres carnales el mundo grita desnudo hacia el fuego.
Y ese niño vuela y nos llama, quiere volar con nosotros y sus flechas se clavan en nuestras pupilas y suspende nuestras conexiones. Cuando llegue el momento de responder a su llamada nosotros nos habremos marchado a ningún sitio, donde el asfalto se convierte en mierda, nuestras segundas alas se despedazan a sí mismas y nuestro corazón huele a nada.

Quizá nuestro niño interior haya provocado su muerte por nuestro mal más que por nuestro bien y debimos amarlo y conservarlo a nuestro lado y para siempre.
Quizá la verdad sea que no existe lo neutral.
Quizá el bien y el mal son dos polos no opuestos divididos por un Dios hipócrita e infernal.

14.3.12

Vísceras de la sociedad.

He volteado los edificios con mi mirada y ahora me siento pequeña, frente a ellos, frente a esa escoria que rodea mi piel a unos metros de distancia.
No debería permitirlo ni siquiera el más cabrón. Pero le gusta enorgullecerse. Él es así. Y ellos también.

Ellos, que son el aborto jamás realizado. Ellos que me miran y sonríen. "Tomad, tomad y comed. Alimentaos de vuestra propia mierda", decían. Nos pedían que confiáramos en ellos. Ellos, que me sacuden los huesos y yo mantengo firme el cerebro.
Jamás las odiaré tanto.
Y jamás olvidaré esas sonrisas de oreja a oreja que quisiera recortar con mis propias uñas.
Malditos.
La guerra no ha hecho más que empezar.

24.2.12

El Mundo no es nuestro, nosotros somos del Mundo.


No nos hace falta disimular el miedo.
No nos hace falta insinuar nada.
No renunciamos a nada porque somos capaces de todo.
No lloramos porque no íbamos a ser los débiles.
Nos esforzamos por impresionar con actos que ni siquiera nosotros creemos nuestros.
Sonreímos cada vez que alguien lo hace por el simple hecho de forjar una relación social.
Nos sentamos en la mesa y decimos el yes we can lo más alto que nuestra voz logre alcanzar.
Fingimos que el cielo está en todas partes.
Lo decimos todo.
Lo escuchamos todo.
Acto seguido, nos miramos en el espejo.
Y no decimos nada.
No escuchamos nada.
No entendemos nada.


No necesitamos balas de plata para matar al lobo que durante el día finge ser hombre.

Necesitamos comenzar a barrer mierda antes de que ésta nos entierre.

19.11.11

Alma de piedra (Yolanda).

Estaba al borde de la locura insana; tenía los pies fríos y los labios ardientes como la llama que crecía en su mirada.
Se acercaba a mí. Me aseguró que su vida de mierda era cierta y que era fruto de la naturalidad de sus días grises, que no me mentía y que ninguna persona era demasiado desgraciada como para vencer su desidia. Se destrozaba por dentro, con cada trago de mercurio sus días iban atenuándose al paso de los fantasmas que dibujaba con el humo de su alma.
Éramos jóvenes, demasiado como para no tener miedo. Pero ella no lo tenía; y nadie más que no fuera ella, podía ser la Reina de la muerte.





(Baila, Yolanda. Sacude tus huesos y desintégrate el corazón. Te estaré esperando en el otro lado)

10.10.11

A dos patas frente al precipicio y con el alma congelada.





¿A dónde irán si les sonríe la vida?

¿Y si el miedo?
¿Y si la duda?
¿Y si el hielo?
¿Y si un último cigarro?
¿Y si el azar?
¿Y si la sangre?
¿Y si el mar?
¿Y si la luna y el sexo?
¿Y si las alas de cartón?

¿Y si nada?


Ellos quieren volar y echar a perder sus promesas procurándose unas vidas de oro.


Pútridos.

25.9.11

Hijos de la mugre.



Atrincheraron su posición y escupieron al suelo: el primer día del fin estaba cerca.
El pelotón de fusilamiento miró al cielo y exclamó: -¡la eternidad es nuestra, compañeros!

Pocos la consiguieron, mas el viento les daba en la cara como los golpes de bala y sus corazones estallaban en mil pedazos en dirección al Infierno. Sus días se tornaban grises y en aquellos tiempos corrían aires de muerte y injusticia.
Las cartas de llanto gritaban a las esposas y las madres sin perdón, y los niños de la guerra morían demonios en aquella tierra de nadie. Tan sólo lágrimas de sangre marcaban el paso del camino y mostraban la historia de una guerra que jamás debió empezar.


P.D.: Sé que esto no ha terminado. Y si hubiera perdón para todos... quizá algo parecido a un dios acuda a salvarlos.

15.9.11

Amaneceres negros.

Dicen que las palomas son las aves mensajeras de la vida y que los cuervos son los mensajeros de la muerte.
Dicen que la pureza se disuelve en el llanto.
Dicen que el destierro del pasado amortigua los obstáculos del futuro procurando un presente placentero.
Dicen que el viento sopla en la dirección de cada corazón latente.

Dicen que es mejor ser náufrago que un marinero errante que solamente vive por las sirenas.
Dicen que el fuego purifica el agua.
Dicen que no es lo mismo subir tres escalones que seis.
Dicen que el ser humano es capaz de autodestruirse sin explosivo ninguno.

Todo esto basta mirarlo con la ignorancia de pobres y descubrir el mensaje oculto:

NOS HEMOS ACORRALADO A NOSOTROS MISMOS.
Con nuestra propia coraza.







Todos éramos hermanos, al fin y al cabo. Pero no importaba.
No al menos durante esos años de servicio a la muerte.
Fue por ese entonces, que al alzar los brazos al aire las palomas
revoloteaban empapadas de angustia por esos corazones
cargados de metralla.