El pelotón de fusilamiento miró al cielo y exclamó: -¡la eternidad es nuestra, compañeros!
Pocos la consiguieron, mas el viento les daba en la cara como los golpes de bala y sus corazones estallaban en mil pedazos en dirección al Infierno. Sus días se tornaban grises y en aquellos tiempos corrían aires de muerte y injusticia.
Las cartas de llanto gritaban a las esposas y las madres sin perdón, y los niños de la guerra morían demonios en aquella tierra de nadie. Tan sólo lágrimas de sangre marcaban el paso del camino y mostraban la historia de una guerra que jamás debió empezar.
P.D.: Sé que esto no ha terminado. Y si hubiera perdón para todos... quizá algo parecido a un dios acuda a salvarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario