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22.6.12
Burlé a la Muerte un par de veces y, cuando parecía que ésta iba a acabar conmigo, se echó atrás. Le llevaba seiscientos sesenta y seis pasos por delante; y tarde o temprano terminaríamos cruzándonos las miradas. La esperé mal sentada en el sofá observando mi mano izquierda sujetar la copa vacía que más tarde llenaría con su frustración.
Envasado al vacío
a la muerte disfrazada de vida,
al cielo sin su Dios,
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1.6.12
Hermano soldado.
Te escribo en silencio estas palabras casi sin pensar, evitando así explotar y morir de amor. De tu amor tan bombardeante y tan silencioso a su vez.
Tú te desvives por la vida y también por la muerte. Te desvives por los valientes y reduces a cenizas a los cobardes con tan sólo mirarlos.
Le puedes al mundo.
Francamente no sé si nos conocemos, o al menos si algún día llegaremos a conocernos casi del todo.
A mi me puede tu ira. Me pueden tus palabras y tu mirada. Me puede el miedo. Tu astucia.
Y no sé en qué estarás pensando, no sé si llamarlo rencor. Ni siquiera sé si llamarlo de alguna manera. Pero yo no puedo guardarte rencor, pues sólo amor es la palabra que cabe en mí y de mi corazón brota hacia tus pupilas dibujando palabras en el aire y tu cuerpo rodea mi consciencia sin un fin establecido.
Y mientras los años pasan y sigan pasando, seguiré sin comprender el interior de tu ser que escupe un todo tan estridente que me daña hasta el alma y sin saber por qué escapa hacia ningún sitio y me atemoriza. Me atemoriza el hecho de pensar que algún día deba seguir sin ti, o tu sin mi. Que la vida nos brinde un baile y la muerte nos arrastre por los brazos sin posibilidad de evitar nada.
Mientras todo sucede, tú eres mi Sol guía e incluso en las más terribles tormentas ahuyentas mi llanto con tu cantar y me desvelas sin querer y, a la vez, me enterneces el alma.
Me siento (me haces sentir) pequeña a tu lado, hermano.
Siento que la guerra no cesará y que seguiremos juntos, por muy grande que la distancia se nos haga frente al paso del tiempo irreversible.
Hermano soldado, recuérdame cuando el Infierno de lo hecho por suficiente, estaré esperando aquí, sólo para ti.
Tú te desvives por la vida y también por la muerte. Te desvives por los valientes y reduces a cenizas a los cobardes con tan sólo mirarlos.
Le puedes al mundo.
Francamente no sé si nos conocemos, o al menos si algún día llegaremos a conocernos casi del todo.
A mi me puede tu ira. Me pueden tus palabras y tu mirada. Me puede el miedo. Tu astucia.
Y no sé en qué estarás pensando, no sé si llamarlo rencor. Ni siquiera sé si llamarlo de alguna manera. Pero yo no puedo guardarte rencor, pues sólo amor es la palabra que cabe en mí y de mi corazón brota hacia tus pupilas dibujando palabras en el aire y tu cuerpo rodea mi consciencia sin un fin establecido.
Y mientras los años pasan y sigan pasando, seguiré sin comprender el interior de tu ser que escupe un todo tan estridente que me daña hasta el alma y sin saber por qué escapa hacia ningún sitio y me atemoriza. Me atemoriza el hecho de pensar que algún día deba seguir sin ti, o tu sin mi. Que la vida nos brinde un baile y la muerte nos arrastre por los brazos sin posibilidad de evitar nada.
Mientras todo sucede, tú eres mi Sol guía e incluso en las más terribles tormentas ahuyentas mi llanto con tu cantar y me desvelas sin querer y, a la vez, me enterneces el alma.
Me siento (me haces sentir) pequeña a tu lado, hermano.
Siento que la guerra no cesará y que seguiremos juntos, por muy grande que la distancia se nos haga frente al paso del tiempo irreversible.
Hermano soldado, recuérdame cuando el Infierno de lo hecho por suficiente, estaré esperando aquí, sólo para ti.
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17.4.12
(Todavía) no pertenezco al Infierno.
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29.3.12
Cianuro.

Ya no hay cadenas que aten mis ideales y el amor enfermizo hacia ti, mi Cuervo. Ya no puedo seguir tratando de evitar al Diablo que hay en tu mirada de fuego. Ya no puedo -ni quiero- escapar de tus alas abrazándome cálidas en los días de invierno. Ya no puedo evitar el sabor de tus labios sangrientos ofreciéndome el manjar de mi vida una vez por cada segundo que pasa. Ya no puedo evitar el roce de tu piel con la mía, y que ambas echen a arder como si no hubiera agua en los mares que invadían las playas que disfrutábamos todas las tardes de brisa leve y aquel olor a noche acercándose a nuestras pupilas.
Has forjado tu nombre con mi corazón y ya no hay vuelta atrás.
A veces me pregunto si es normal quererte tanto, tantísimo, hasta el punto en que el fuego que arde en mi ya no me quema y necesito más.
Incluso lejos de ti ardo, como tus ojos malditos y tu piel prendida de cianuro.
A veces me pregunto si es normal quererte tanto, tantísimo, hasta el punto en que el fuego que arde en mi ya no me quema y necesito más.
Incluso lejos de ti ardo, como tus ojos malditos y tu piel prendida de cianuro.
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21.3.12
He visto espejos en mi mente en los cuales se refleja lo oculto en tus pupilas, mi Cuervo. Pellízcame si existes, que me duela el amor que cultivo aquí en mis arterias.
Retúmbame cerca del corazón. Abrázame la sangre y la consciencia.
Retúmbame cerca del corazón. Abrázame la sangre y la consciencia.
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5.3.12
Inmortal.
Regreso envolviéndome en el horizonte con cada uno de los soplidos que el viento me canta y desaparezco cada vez que éste se va.
Me reviven los días que van sucediendo más o menos a la misma velocidad mental y retrocedo hasta el ayer planteándole mi dedo corazón justo delante de su mirada petrificada. No me asusta el hecho de mirar atrás y gritar sacando los dientes cual bestia frente su presa endeble y medio muerta.
Mis pasos ralentizan mi miedo y absorbo el agua de la vida a pasos grotescos; fluyo como las gotas del rocío de las mejillas (tus mejillas, mi Cuervo) que me hablan rojo y me quitan la gravedad del alma.
Mi Cuervo de Octubre, que me besas el corazón roto y cicatrizas mis poros. Tú, que me empapas de calor y me miras con fuego; tus llamas queman en mi, arden en mis adentros y me condenan al placer de tus vasos sanguíneos arrastrándome al vacío de tus ojos.
Mi Cuervo... pesa sobre mí, que yo seré tu placer hasta morir del amor que por mis arterias sube y baja como tu lengua recorre mi vientre.
Cuervo de muerte, quédate aquí, muy cerquita mía, rozándome con la humedad de tus labios eternos.
Y es que mi eternidad eres tú.
Me reviven los días que van sucediendo más o menos a la misma velocidad mental y retrocedo hasta el ayer planteándole mi dedo corazón justo delante de su mirada petrificada. No me asusta el hecho de mirar atrás y gritar sacando los dientes cual bestia frente su presa endeble y medio muerta.
Mis pasos ralentizan mi miedo y absorbo el agua de la vida a pasos grotescos; fluyo como las gotas del rocío de las mejillas (tus mejillas, mi Cuervo) que me hablan rojo y me quitan la gravedad del alma.
Mi Cuervo de Octubre, que me besas el corazón roto y cicatrizas mis poros. Tú, que me empapas de calor y me miras con fuego; tus llamas queman en mi, arden en mis adentros y me condenan al placer de tus vasos sanguíneos arrastrándome al vacío de tus ojos.
Mi Cuervo... pesa sobre mí, que yo seré tu placer hasta morir del amor que por mis arterias sube y baja como tu lengua recorre mi vientre.
Cuervo de muerte, quédate aquí, muy cerquita mía, rozándome con la humedad de tus labios eternos.
Y es que mi eternidad eres tú.
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4.3.12
Gracias, pasado.
Cada vez me doy más cuenta de lo mucho que han valido la pena los golpes que he ido recibiendo a lo largo de mis dieciocho años de vida.
Bien es cierto que todo sucede por una razón y ha sido digno de sentido.
Ha valido la pena ser recibidora de putadas múltiples y aprender de las cosas de la vida y de la muerte. Ha valido la pena recibir demasiada mierda diaria de tantos cabrones e hijos de puta.
Doy gracias a mis días negros por tornarse grises y ser hoy en día transparentes. Ansiaba conocer a esa cosa llamada felicidad.
Ahora sí, me siento viva. Y ningún jodido humano en este jodido planeta va a poder evitarlo.
Bien es cierto que todo sucede por una razón y ha sido digno de sentido.
Ha valido la pena ser recibidora de putadas múltiples y aprender de las cosas de la vida y de la muerte. Ha valido la pena recibir demasiada mierda diaria de tantos cabrones e hijos de puta.
Doy gracias a mis días negros por tornarse grises y ser hoy en día transparentes. Ansiaba conocer a esa cosa llamada felicidad.
Ahora sí, me siento viva. Y ningún jodido humano en este jodido planeta va a poder evitarlo.
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3.3.12
Déjà vu.
Me atreví a mirar a esos ojos de Infierno.
Lo curioso es que me sentía como en casa. Como si ya hubiera vivido esa mirada. Como si ya hubiera tenido delante de mí al mismísimo Diablo.
Sin embargo, cuanto más le abrazaba, cuanto más le besaba, cuanto más le amaba, más ganas tenía de él y de sus labios muertos. Y nunca, nunca hasta ese instante, conseguí retomar el camino que me pertenecía, pues ese cuervo me devolvió a lo que yo ansiaba llamar vida.
Se llenaron de felicidad mis ojos y la lujuria podía conmigo más rechacé evitarla. Era como poseer un cuerpo cuya sangre yace congelada esperando su turno de agresión.
Con el paso del tiempo me iba dando cuenta de que nuestro mundo, nuestras costumbres y nuestra vida, así como lo que nuestros corazones sentían, permanecía intacto; y sí todo eso había de cambiar de algún modo, debía cambiar a mejor. ¿Y qué mejor que su mirada y sus labios apocalípticos?
¿Qué mejor que su piel candente y los minuciosos trazos que dibujan su cuerpo? ¿Qué mejor que vivir entre sus alas y morir entre su alma?
¿Qué mejor que retroceder una vez y otra y por mucho que siga retrocediendo seguir contemplando la perfección de su ser?
Demasiado insensato sería no dejarme llevar por sus propósitos.
Lo curioso es que me sentía como en casa. Como si ya hubiera vivido esa mirada. Como si ya hubiera tenido delante de mí al mismísimo Diablo.
Sin embargo, cuanto más le abrazaba, cuanto más le besaba, cuanto más le amaba, más ganas tenía de él y de sus labios muertos. Y nunca, nunca hasta ese instante, conseguí retomar el camino que me pertenecía, pues ese cuervo me devolvió a lo que yo ansiaba llamar vida.
Se llenaron de felicidad mis ojos y la lujuria podía conmigo más rechacé evitarla. Era como poseer un cuerpo cuya sangre yace congelada esperando su turno de agresión.
Con el paso del tiempo me iba dando cuenta de que nuestro mundo, nuestras costumbres y nuestra vida, así como lo que nuestros corazones sentían, permanecía intacto; y sí todo eso había de cambiar de algún modo, debía cambiar a mejor. ¿Y qué mejor que su mirada y sus labios apocalípticos?
¿Qué mejor que su piel candente y los minuciosos trazos que dibujan su cuerpo? ¿Qué mejor que vivir entre sus alas y morir entre su alma?
¿Qué mejor que retroceder una vez y otra y por mucho que siga retrocediendo seguir contemplando la perfección de su ser?
Demasiado insensato sería no dejarme llevar por sus propósitos.
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10.2.12
Knock, knock, knocking on time's door.
Tiempo, quisiera pedirte perdón por hacerte ir de culo tantas tantísimas, demasiadas veces a lo largo de mi vida. Por querer que corras a mi gusto. Por desear que, a veces, pases lentamente y, en cambio, otras veces te vayas tan deprisa como has venido.
De corazón, perdóname. Y perdóname también si te digo que lo que hago contigo no tiene remedio. Que lo que digo no tiene sentido. Que es mi mente la que mueve imaginariamente las agujas del reloj y que tú siempre te has movido a la misma velocidad.
Perdóname si a veces hago como que no es así.
Perdóname por ser tan así, ya sabes. También sabes que me como la cabeza por miles de cosas.
Pero soy así. ¿Y cómo iba a ser, si no?
En cierta parte me da igual. En cierta parte no. Y es que tú eres quien mueve las cosas. Tú eres quien almacena recuerdos, quien proyecta instantes y quien anuncia futuros actos.
Cómo desearía comprenderte.
De corazón, perdóname. Y perdóname también si te digo que lo que hago contigo no tiene remedio. Que lo que digo no tiene sentido. Que es mi mente la que mueve imaginariamente las agujas del reloj y que tú siempre te has movido a la misma velocidad.
Perdóname si a veces hago como que no es así.
Pero soy así. ¿Y cómo iba a ser, si no?
En cierta parte me da igual. En cierta parte no. Y es que tú eres quien mueve las cosas. Tú eres quien almacena recuerdos, quien proyecta instantes y quien anuncia futuros actos.
Cómo desearía comprenderte.
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5.2.12
Vocablo de mis entrañas, que me aturdes el alma.
Duerme, pequeñita. Sueña que te fundes en agua y no pienses en nada. Sumérgete en el azul de tus sueños.
Cierra tus ojos verde oliva y respírame hacia el alma, que yo estaré observando como callas.
Yo cantaré por ti.
Cierra tus ojos verde oliva y respírame hacia el alma, que yo estaré observando como callas.
Yo cantaré por ti.
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2.2.12
Nieve.
Lléname de cálido frío.
Lléname de frío cálido.
Lléname del abismo mío.
Llévame al abismo pálido.
Efímera nieve, que oscilas en mi.
31.1.12
A de aire.

Cojo aire.
Lo dejo ir.
Lo atrapo con las manos.
Se va.
Me deja aquí, en medio de la arena.
Aire de mis entrañas... siempre tan resbaladizo.
8.10.11
El lago de las mentiras.
Arrastré inconscientemente mi cuerpo hacia ese lugar. Me quedé sentada un rato contemplando aquellas aguas boreales donde flotaban cientos, miles, millones de barquitos de papel, todos ellos -al menos la mayoría- escritos con verdades que no son verdades pero fingen serlo.
Si aquel lugar, aquel momento en el que yo estaba ahí, sentada, leyendo del agua era cierto, no podía ni si quiera creerlo.
Me asusté y retrocedí unos tres o cuatro metros atrás, fijando con miedo mi mirada en aquel lago de mentiras que me susurraban y me aturdían la mente.
Volví a retroceder unos pasos atrás a la vez que me levantaba y salía corriendo. Recorrí un camino rojo -y negro, a veces-, hasta llegar a un pequeño campo de maíz. Agudicé la vista; había algo por entre ese maíz que no era maíz. Era un espejo de pie.
Me acerqué para mirarme de frente en ese espejo cuando, de repente, éste empezó a ondear lentamente, como si fuera a deshacerse. Toqué el espejo para ver de qué estaba hecho con la sorpresa de que mi mano quedó encallada en el espejo adentrándose en él. Me arrastró consigo.
Atemorizada cerré los ojos deseando no ver nada más que el camino de vuelta a casa.
Pasados unos segundos, me atreví a abrir los ojos. Volvía a estar allí; en el mismo lago. En las mismas mentiras. Traté de despertar, mas todo intento fue en vano. No podía creer todo lo que estaba viendo y deseaba volver a casa.
Me arrodillé y miré al cielo -si es que podía llamarse cielo-. Suspiré entrecortada dejando caer una sola lágrima de cada ojo.
De repente, escuché un tenue sonido de cascabel que se iba intensificando conforme iba acercándose hacia mi. Bajé la vista. Frente a mí, un gato disfrazado de conejo se detuvo ante mi.
Me miró.
- ¿Has venido a reírte de mi?
- No y sí.
- ¿Cómo? -pregunté confusa-
- No me río de ti. Pero me estoy riendo de ti también. Aquí nunca se sabe...
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que no sabes donde estás; ¿o sí?
- P...pero... -el gato disfrazado de conejo me confundía cada vez más. Comencé a llorar de nuevo-
¿Por qué me dices eso, y dónde está el camino a casa?
- ¿A casa? -respondió burlón-
No existe ningún camino a casa. Quizá puede que exista, pero no. O quien sabe si exista. Aunque lo dudo, pero es posible. ¿Tú qué dices?
- ¿Qué? ¿Pero qué es todo esto? ¿Por qué estoy aquí? ¡¿Por qué?!
- Porque es un sueño, chiquilla, o quizá no. ¿Por qué iba a ser, si no?
- ¿Por qué me preguntas a mí y cómo iba yo a saberlo? Tengo miedo...
- ¿Miedo? Tú sólo despierta.
Abrí los ojos y miré hacia el armario, escuchando a la vez el tic tac que sobrepasaba las séis de la madrugada. Bajé la vista hacia el suelo, confusa. Y allí, como en el sueño, volví a escuchar el sonido de un cascabel que me aturdía el sentido de la lógica.
Volví a despertar.
Si aquel lugar, aquel momento en el que yo estaba ahí, sentada, leyendo del agua era cierto, no podía ni si quiera creerlo.
Me asusté y retrocedí unos tres o cuatro metros atrás, fijando con miedo mi mirada en aquel lago de mentiras que me susurraban y me aturdían la mente.
Me acerqué para mirarme de frente en ese espejo cuando, de repente, éste empezó a ondear lentamente, como si fuera a deshacerse. Toqué el espejo para ver de qué estaba hecho con la sorpresa de que mi mano quedó encallada en el espejo adentrándose en él. Me arrastró consigo.
Atemorizada cerré los ojos deseando no ver nada más que el camino de vuelta a casa.
Me arrodillé y miré al cielo -si es que podía llamarse cielo-. Suspiré entrecortada dejando caer una sola lágrima de cada ojo.
De repente, escuché un tenue sonido de cascabel que se iba intensificando conforme iba acercándose hacia mi. Bajé la vista. Frente a mí, un gato disfrazado de conejo se detuvo ante mi.
Me miró.
- ¿Has venido a reírte de mi?
- No y sí.
- ¿Cómo? -pregunté confusa-
- No me río de ti. Pero me estoy riendo de ti también. Aquí nunca se sabe...
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que no sabes donde estás; ¿o sí?
- P...pero... -el gato disfrazado de conejo me confundía cada vez más. Comencé a llorar de nuevo-
¿Por qué me dices eso, y dónde está el camino a casa?
- ¿A casa? -respondió burlón-
No existe ningún camino a casa. Quizá puede que exista, pero no. O quien sabe si exista. Aunque lo dudo, pero es posible. ¿Tú qué dices?
- ¿Qué? ¿Pero qué es todo esto? ¿Por qué estoy aquí? ¡¿Por qué?!
- Porque es un sueño, chiquilla, o quizá no. ¿Por qué iba a ser, si no?
- ¿Por qué me preguntas a mí y cómo iba yo a saberlo? Tengo miedo...
- ¿Miedo? Tú sólo despierta.
Abrí los ojos y miré hacia el armario, escuchando a la vez el tic tac que sobrepasaba las séis de la madrugada. Bajé la vista hacia el suelo, confusa. Y allí, como en el sueño, volví a escuchar el sonido de un cascabel que me aturdía el sentido de la lógica.
Volví a despertar.
26.9.11
Y es que me roban el aire...
25.9.11
Aguas del adiós.

Yo quería volar, pero no como todo el mundo, así que guardé mis alas en el bolsillo y suspiré; a la vez, miré fijamente los primeros destellos de la Luna. Se me encogió el alma. Sonreí.
Que para cuando yo abandone el todo me convertiré en la nada, en toda su simplicidad y completa ausencia.
Quizá.
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Todos éramos hermanos, al fin y al cabo. Pero no importaba.
No al menos durante esos años de servicio a la muerte.
Fue por ese entonces, que al alzar los brazos al aire las palomas
revoloteaban empapadas de angustia por esos corazones
cargados de metralla.