5.2.12

Vocablo de mis entrañas, que me aturdes el alma.

Duerme, pequeñita. Sueña que te fundes en agua y no pienses en nada. Sumérgete en el azul de tus sueños.
Cierra tus ojos verde oliva y respírame hacia el alma, que yo estaré observando como callas.
Yo cantaré por ti.



Mi dulce niña gris, que respiras rojo.

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Todos éramos hermanos, al fin y al cabo. Pero no importaba.
No al menos durante esos años de servicio a la muerte.
Fue por ese entonces, que al alzar los brazos al aire las palomas
revoloteaban empapadas de angustia por esos corazones
cargados de metralla.